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9     LA IGLESIA DEL ANTIGUO CONVENTO

a iglesia de Ntra. Sra. del Carmen, conocida popularmente como iglesia del Convento, es una de las siluetas inconfundibles dentro del entramado urbano de Criptana.

Parece ser que existía gran interés, a finales del siglo XVI, por la fundación de un convento de Carmelitas Descalzos en Campo de Criptana, y por que su iglesia fuera un apoyo a la única existente, la parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, que se había ido quedando pequeña para el número de fieles asistentes.


Iglesia del antiguo convento de Carmelitas Calzados de Campo de Criptana
Iglesia del Convento

Ya en 1579 se había pedido licencia al rey Felipe II, y se pensó que la ermita de la Virgen de Criptana, que acababa de construirse, sería un buen sitio para alojar a los religiosos.

Finalmente, el lugar elegido fue la ermita de Santiago, que ya existía por donde se abre hoy la calle del Convento, pero en un estado de casi ruina.

Después de grandes obras y de la compra de dos fincas adyacentes para construir las dependencias de los religiosos, con aportaciones de dinero del Ayuntamiento, de particulares y sobre todo de Andrés Vázquez Arias, un indiano criptanense recién regresado de “Nuevo Mundo”, donde había hecho gran fortuna, y que cooperó con 6.000 ducados, por fin, el 24 de mayo de 1598, se realizó el acto de entrega oficial a los carmelitas.

Ese mismo año fueron fijadas por escrito las condiciones. El Ayuntamiento, además de facilitar la casa-convento y terreno para huerta, daría cierta cantidad de leña cada mes y correría con los gastos de botica, médico y barbero; por su parte, los frailes estaban obligados a predicar, confesar y decir diariamente una misa al alba y otra a las once de la mañana.

Poco a poco el ornato de la iglesia fue aumentando, pero fue determinante para que tuviera el aspecto más o menos actual (sin tener en cuenta los muchos destrozos en la guerra civil de 1936), el legado testamentario del presbítero don José Arias Jamones, natural de Criptana, que asignó las rentas de gran parte de su patrimonio a la construcción de una nueva iglesia, con una capilla a santa Teresa que habría de tener puerta en uno de los testeros del crucero. Así se hizo en parte, pues lo que se determinó fue ampliar el edificio existente, obras que concluyeron en los primeros años del siglo XVIII.


Iglesia del Convento
Iglesia del Convento

El convento carmelita, gracias a las muchas donaciones recibidas, fue tomando importancia con los años, y prueba de su esplendor es que en 1752, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, tenía 22 frailes, de ellos 16 ordenados y el resto legos. El prior entonces era fray Pedro de la Santísima Trinidad, de 45 años. Disponían de once criados, incluidos los que trabajaban en el campo o cuidaban del ganado, y poseían 251 fanegas de tierra, una casa de campo en Los Arenales, una caldera de aguardiente, seis mulas, una yegua, un caballo, tres asnos, 150 ovejas y varios cerdos. También una renta anual de unos 2.510 reales por dinero prestado o invertido, además del cobro de otros 600 reales en calidad de diezmo.

Ocupaba el convento la inmensa mayoría de la actual manzana —no existía la travesía— entre las calles del Convento, Castillo, Concepción y Tercia, y su huerta aneja penetraba por la hoy casa de los Barreda hasta la actual de Reina Cristina, que en esa primera parte antes era denominada, precisamente, de Huertas.

El templo, barroco, de planta de cruz latina, responde al modelo de iglesia jesuita difundido durante la Contrarreforma, con nave central de testero plano y bóveda de cañón con lunetos, y laterales más bajas dedicadas a capillas, sorprendentes éstas por la variedad de soluciones arquitectónicas empleadas en sus bóvedas, y todas ellas caracterizadas por la armonía de sus proporciones y la elegancia de sus formas y elementos decorativos. Sobre el crucero se levanta la cúpula, de grandes dimensiones, sobre pechinas, coronada por una linterna para permitir la iluminación del interior.

Según manuscritos, planos y fotografías conservadas anteriores a 1936, poseía una magnífica capilla adosada dedicada a Santa Teresa, con un bello retablo barroco, y que abría su puerta en el lado derecho del crucero. Otra capilla adosada, junto a la anterior, era la de la Virgen de los Dolores. También barroco el retablo del presbiterio, con una imagen de la Virgen del Carmen que se atribuía a Salzillo, y un friso en azulejería talaverana, de finales del s. XVI, con escenas de la Virgen, el Niño y san José, descubierto tras gruesas capas de pintura en tareas de restauración bajo la dirección del arquitecto Jesús Perucho Lizcano.

Y espléndido era su órgano, de grandes dimensiones y sonoridad excepcional.


Antigua imagen de la Virgen del Carmen
Antigua imagen de la Virgen del Carmen, atribuida a Salzillo


Antiguo retablo de la iglesia del Convento. Calle del Convento en 1948
Antiguo retablo, desaparecido en 1936, de la iglesia del Convento. Calle del Convento en 1948


Friso en azulejería talaverana, de finales del s. XVI. Sacristía según Virgilio Muro en 1918
Detalle del friso en azulejería talaverana de finales del s. XVI y la sacristía según un cuadro de Virgilio Muro de 1918

Pero como en todas las instituciones religiosas, estas riquezas se vieron sujetas al devenir político del siglo XIX. En 1809, en tiempos de José Bonaparte, el convento carmelita de Criptana fue cerrado por orden gubernativa, pasando todas sus posesiones a ser consideradas “bienes nacionales”. Volvió a abrirse en 1814, tras el regreso de Fernando VII; se clausuró nuevamente en 1820, con el pronunciamiento del general Riego y la subida al poder de los liberales; se abrió de nuevo en 1823, con el regreso del absolutismo, y finalmente, en los años treinta, con la desamortización de Mendizábal, la comunidad de carmelitas criptanense acabó por desaparecer.

La actual travesía del Convento estuvo ocupada por las dos capillas adosadas antes citadas y por una pequeña plazoleta con jardincillo cerrada desde 1872 con una verja, que se abría para instalar en el verano la terraza del Casino de la Concordia, cuya primera sede estuvo hasta 1920 en la que por los años 60 se convirtió en "casa de la funeraria", ya desaparecida. En 1928 los Penalva, vecinos del convento, se apoderaron de la llave de la verja y dispusieron de los terrenos unilateralmente. Los interminables litigios terminaron en 1936, cuando el Ayuntamiento republicano cortó por lo sano y por decreto arrancó la verja, derribo las capillas y abrió la calle hasta la tercia. El templo con ello se desequilibró en su estructura y abrió alarmantes grietas, hoy subsanadas mediante zunchos que atan los muros que envuelven la cúpula.


Callejón lateral y capillas desaparecidas
Callejón lateral antes de las últimas reformas y situación de las capillas desaparecidas

El 19 de febrero de 1836 se declararon en venta todos los bienes de las casas religiosas clausuradas, quedando el convento reducido a la iglesia y algunas de sus dependencias, que el Estado reservó para el Ayuntamiento y que éste ha dedicado a lo largo de los años a varios menesteres: escuela, primitiva sede del teatro Cervantes, cuartel de la Guardia Civil, oficinas de Correos, Cáritas e incluso Casa del Pueblo.

Durante la guerra civil de 1936, la iglesia del Convento sufrió graves destrozos, con imágenes y retablos destruidos después de ser utilizada como mercado. Y en la posguerra, como la iglesia parroquial fue incendiada, pasó a realizar tal función, y para ello se hicieron los arreglos obligados bajo la dirección del maestro albañil Bernardo Ramírez, incluida la espadaña para el alojamiento de las campanas, según proyecto de Enrique Alarcón, todo gracias al dinero reunido mediante suscripción popular y a la venta de piedra procedente de la iglesia derruida.

El templo conserva un relicario de las llamadas "Once mil vírgenes" donado por el arzobispo de Colonia en 1612.


Iglesia del Convento restaurada
Iglesia del Convento restaurada

Mis recuerdos del Convento, con misas en latín y liturgia preconciliar, alcanzan a las celebraciones del día de santa Teresa, patrona del colegio Teresiano; a la especial angustia que nos causaba a los chicos un bajorrelieve de las ánimas del purgatorio atormentadas por el fuego, que aún existe en una capilla del lateral izquierdo; a los grandes bancos de madera ennegrecida, reservados para hombres y colocados a lo largo de la nave, pues las mujeres tenían sus reclinatorios particulares o sillas que Manuela, la mujer de Casimiro, el sacristán, se encargaba de cobrar; al púlpito, de hierro, al que subían los sacerdotes para lanzar sus pláticas terribles e incendiarias contra el pecado; a los largos pasillos y cámaras para lograr acceder al coro y a la sala donde colgaban las cuerdas de voltear las campanas, y, en fin, dada su especial dedicación al rezo del Rosario de difuntos, a la siempre penosa tarea, aun con el espíritu reconfortado por la oración, de dar o que te dieran el pésame por un familiar fallecido,


Capilla de la Virgen del Carmen
Capilla de la Virgen del Carmen con el bajorelieve de las ánimas del purgatorio