CALLE DE LA ABADA

En unas eras que existían en la zona donde luego se trazó la calle de la Abada (desemboca en la Gran Vía), instalaron sus carromatos unos titiriteros portugueses, que llevaban como atracción un tremendo rinoceronte (abada). Todo fue bien hasta que el animal, al parecer irritado por la quemadura con un panecillo caliente, mató a un chiquillo. El callejero recoge así tan terrible suceso. Hasta casi ayer, fue esta calle lugar de burdeles y de refugio noctámbulo. Aquí estuvo la Posada de Barcelona, apta sólo para "economías rigurosamente débiles"