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68     AZORÍN Y SOROLLA EN CRIPTANA

n 1905, año de la conmemoración del III Centenario de la aparición de la primera parte del Quijote, los lectores de El Imparcial tuvieron la oportunidad de leer las crónicas que sobre su viaje a La Mancha, siguiendo los caminos que hollara el genial hidalgo manchego, enviaba José Martínez Ruiz, más conocido por el seudónimo Azorín. El escritor salió una mañana en tren desde Madrid para alcanzar su primer destino: Argamasilla de Alba. Durante quince días visitó varios pueblos, transitó por sus calles, conversó con quien pudo y alquiló un carro, para sus desplazamientos, que guiaba un antiguo confitero de Alcázar de San Juan. El escritor aprovechó las paradas y las habitaciones de las posadas para redactar a lápiz, a veces a la luz de una bujía, los relatos que enviaba.


Azorín
Azorín, de joven, quizá en una habitación de posada

José Ortega Munilla, director del periódico madrileño y padre de Ortega y Gasset, pensó incluso que su colaborador podía verse asaltado en algún solitario camino, de ahí que le prestara un revólver que no tuvo que utilizar: "No sabemos lo que puede pasar. Va usted a viajar sólo por campos y montañas. En todo viaje hay una legua de mal camino. Y ahí tiene usted ese chisme por lo que pueda tronar".

El resultado fue La ruta de Don Quijote, serie de quince artículos que no tardó en reunir en libro del mismo nombre.


Azorín
La ruta de Don Quijote. Edición especial de 1951 de Aguilar S. A.

En Campo de Criptana se alojó en una posada que existía en la calle Castillo, frente al hoy bar Castillo, en un enorme y desaparecido caserón —una lápida así lo atestigua— que ocupaba tres o cuatro casas actuales y tenía vuelta por la calle del Convento. Y desde allí realizó dos envíos que corresponden a los capítulos XI y XII de un total de XV.


Aqui estuvo la posada en donde se alojó Azorín
Aquí estuvo la posada en donde se alojó Azorín

Posada en donde se alojó Azorín
Posada en donde se alojó Azorín

En el primero (Los molinos de viento) da sus primeras impresiones sobre el pueblo: "He llegado a Criptana hace dos horas; a lo lejos, desde la ventanilla del tren, yo miraba la ciudad blanca, enorme, asentada en una ladera, iluminada por los resplandores rojos, sangrientos, del crepúsculo. Los molinos, en lo alto de la colina, movían lentamente sus aspas; la llanura bermeja, monótona, rasa, se extendía abajo..."

Describe la fonda: "La casa es vetusta; tiene un escudo; tiene de piedra las jambas y el dintel de la puerta; tiene rejas pequeñas; tiene un zaguán hondo, empedrado con menuditos cantos. Y cuando se pasa por la puerta del fondo se entra en un patio, a cuyo alrededor corre una galería, sostenida por dóricas columnas. El comedor se abre a la mano diestra. He subido sus escalones; he entrado en una estancia oscura..."


Posada
Recreación de la posada en la que se alojó Azorín en Campo de Criptana

Y muestra su asombro ante la visión de los molinos: "Subo por callejas empinadas, torcidas; en lo alto, dominando el pueblo, asentados sobre la loma, los molinos surgen vetustos; abajo, la extensión gris, negruzca, de los tejados, se aleja, entreverada con las manchas blancas de las fachadas, hasta tocar en el mar bermejo de la llanura..."


El Campo de Criptana que vio Azorín
Así vio Azorín desde la Sierra de los Molinos la inmensa belleza de Campo de Criptana

Los molinos que vio Azorín
Y así uno de los molinos

En el segundo (Los Sanchos de Criptana) relata su secuestro amable por un grupo de vecinos, de amigos, auténticos representantes del espíritu bondadoso y agudo del rústico manchego, para ir un viernes de Cuaresma, subidos en una galera, a besar los pies del Cristo de Villajos en su ermita. Son don Pedro, don Victoriano, don Antonio, don Jerónimo, don Francisco, don León, don Luis, don Domingo, don Santiago, don Felipe, don Ángel, don Enrique, don Miguel, don Gregorio don José y, al frente de ellos, don Bernardo, don Bernardo Gómez, farmacéutico con botica en la calle de Santa Ana y director de la Banda Beethoven. Azorín lo describe: "Ya conocéis a don Bernardo; tiene una barba gris, blanca, amarillenta; lleva unas gafas grandes, y de la cadena de su reloj pende un diminuto diapasón de acero. Este diapasón quiere decir que don Bernardo es músico..."

Y don Bernardo hace a Azorín una interesante revelación: "Señor Azorín, yo he compuesto un himno a Cervantes para que sea cantado en el Centenario..."

Este himno tuvo el privilegio Azorín de oírlo en primicia.


Antiguo aspecto de la ermita del Cristo de Villajos
Antiguo aspecto de la ermita del Cristo de Villajos

Don Bernardo Gómez
Don Bernatdo Gómez y su Himno a Cervantes

Azorín volvió a Criptana en 1942, a comienzos del mes de agosto, y permaneció tres días. Hizo el viaje en tren, en tercera clase, y escribió un relato: Escapada a Criptana, que se publicó en el periódico La Prensa. Pero él ya no era aquel joven en busca de aventuras quijotescas y dedicó más tiempo a hablar del vino, de los licores, de las alcoholeras y de las bodegas. Y nuestro pueblo tampoco era aquel de 1905. Eran tiempos de posguerra, de mucha tristeza, hambre y pobreza.


Azorín
Azorín en la época de su segunda visita a Criptana

Volviendo a la primera visita de Azorín en 1905, otra de las personas que aparecen en la relación de "los Sanchos de Criptana" es don León. Se refiere a don León López de Longoria, que era entonces alcalde de nuestro pueblo. Y, atreviéndome a conjeturar, dado que se intuye que pudieran ser "fuerzas vivas" de la población, los tales don Antonio, don Francisco y don Santiago, es posible que correspondan a los en aquel tiempo médicos don Antonio Cenjor, don Francisco López y don Santiago Gamero, e incluso que otros sean el abogado don Luis Cenjor o el comerciante y bodeguero don Domingo Esteso.

Indagando entre todos estos "Sanchos de Criptana" me llega la noticia por José Miguel Arteaga Castellanos de que un tío segundo suyo por vía materna, Jerónimo Muñoz-Quirós Leal, es el tal don Jerónimo integrante de aquel grupo de amigos que "secuestró" a Adorín en su viaje a Criptana en 1905. Impresor de oficio, con taller en el número 1 de la calle de la Reina y posteriormente en la esquina del Pósito con Cardenal Monescillo, era también dibujante y excelente pintor. Y como ahora veremos, unos años después, en 1812, acompañó igualmente a Sorolla, de quien tenía muy buena amistad, en su estancia en Criptana para pintar el famoso cuadro Tipos manchegos.

Salió esto a la luz con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Azorín y recordando su paso por Criptana, en homenaje celebrado el 1 de diciembre de 2023.


Azorín


En 1911, el pintor valenciano de la luz, Joaquín Sorolla (1863-1923), ya entonces conocido y consagrado, firmó un contrato con el magnate americano Archer M. Huntington por el que se comprometió a hacer una mural de catorce paneles en proporciones gigantescas, Las Provincias de España, a lo que el artista, que cobró por ello 150.000 dólares, se entregó con especial dedicación. En 1926 se instaló en la biblioteca de la Hispanic Society of América de Nueva York, fundada en 1904 por este heredero de una gran fortuna procedente de la industria ferroviaria.


Joaquín Sorolla
Joaquín Sorolla

En sus distintos viajes, buscando lo más peculiar de la indumentaria y de las costumbres de las regiones de España —era un modo de continuar el interés que en este sentido también venían demostrando, en el campo literario, los miembros de la Generación del 98—, es en octubre de 1912 cuando Sorolla viene a La Mancha, y elige Campo de Criptana para realizar en el Cerro de la Paz, a pleno sol, su famoso cuadro Tipos manchegos, en el que figuran los molinos como paisaje de fondo.


Tipos manchegos
Tipos manchegos, de Joaquín Sorolla

Además de pintar, la ocasión del viaje le sirvió para confirmar una vieja amistad de juventud (ya indicada más arriba) con un artista criptanense, Jerónimo Muñoz-Quirós Leal, impresor de oficio y en sus ratos libres pintor de muy bellas cualidades, que le aconsejó en la consecución de algunos colores, sobre todo los difíciles cielos manchegos.


Jerónimo Muñoz-Quirós
Jerónimo Muñoz-Quirós, impresor y pintor de Criptana amigo de Sorolla

Jerónimo Muñoz-Quirós
Jerónimo Muñoz-Quirós en su imprenta, que compartía con el estudio de pintor

Sorolla realizó varias fotografías previas que le sirvieron de ayuda, utilizando como modelos hortelanos de Miguel Esteban que acudían al mercado de la Plaza, al considerar que eran los que mejor conservaban el uso de los ropajes más típicos. Y fueron los elegidos Sandalio Lara, conocido como Cartafea —el que va subido sobre el burro—, y un amigo suyo, Ramón Torres Casco de Albarda, a tres pesetas por barba. En otro cuadro, igualmente pintado en Criptana, Sorolla plasmó a una pareja joven de campesinos.


Tipos manchegos, de Sorolla. Fotografía previa
Fotografía de Sandalio Lara y Ramón Torres, hortelanos de Miguel Esteban, base para el cuadro Tipos manchegos de Sorolla

tipos manchegos
Familia de Cartafea, que posó para el cuadro Tipos manchegos de Sorolla, sentados en el Cerro de la Virgen de la Paz

Sorolla pintando el cuadro Tipos manchegos
Sorolla pintando el Cuadro Tipos manchegos

Campesinos manchegos, de Sorolla
Sorolla también pinto este otro cuadro, Campesinos manchegos