LAS "NIÑAS DE SERRANO" Y LOS "PIJOS" DE HOY

Por los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, hacerse novio con una niña de Serrano era la cima en la escalada social, el "braguetazo" elevado a su máxima expresión, como vulgarmente se decía. Eran ricas, rubias, guapísimas, elegantes, distinguidas, educadas en los mejores colegios (incluso del extranjero), montaban a caballo, jugaban al tenis... y hasta sabían idiomas. Vamos, unos encantos de criaturas, casi de película. La situación era la misma para el caso de pescar a un chico, todos "hijos de papá" y universitarios, también jinetes y practicantes del tenis o de otros deportes de ricos... y hasta algunos con coche propio.
Ahora, los hijos e hijas de aquellos y mucho advenedizo —son una banda— tratan de imitarles en una forma una tanto cursi y artificial, y —todo hay que decirlo— hasta un pelín hortera. Es lo que se denomina ser "pijo". Se reconocen por su languidez, por su hablar afectado y gangoso, por la capacidad de pronunciar "sabes" y "o sea" (remarcando la "s") un montón de veces por minuto y por su aspecto: el pelo liso, unas gigantescas gafas de sol que tapan la cara con mucho estilo y la ropa fucsia de ellas; los jerséis por los hombros y los náuticos de ellos. Suelen llevar las Reebok blancas con cordones de colores dañinos para la vista, polos de Lacoste o Ralph Lauren y, en general, ropa de marca. Y juegan al pádel (ellos siempre utilizan la palabra original en inglés: "paddle").
O sea, super ideal ¿no?
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