EL CRIMEN DE LA CALLE DE FUENCARRAL

El 2 de julio de 1888, del segundo piso del número 95 de la calle Fuencarral salía humo. Al llegar la policía encontraron el cadáver medio calcinado de Luciana Borcino, una viuda acaudalada, dueña de la casa, que, además, presentaba heridas de arma blanca. En otra habitación yacía su sirvienta, Higinia Balaguer, aparentemente narcotizada, y en quien cayeron todas las sospechas. En el juicio, uno de los más seguidos por la prensa madrileña, se vieron también implicados Dolores Ávila, amiga de la acusada; el hijo de la asesinada, José Vázquez-Varela, joven con malos antecedentes, en esos días recluido en la Cárcel Modelo, pero que salía muchas noches de jarana con la complicidad del director de la misma, don José Millán-Astray. Fue un escándalo, pero al final la única acusada fue Higinia, ejecutada en 1890. Fue la última por garrote vil que se hizo de manera pública en España