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81     LA EMIGRACIÓN

uchos fueron los que tuvieron que coger la maleta y salir de los pueblos manchegos en busca de mejor porvenir, llevando clavadas en su alma añoranzas y recuerdos de toda una vida, sin saber cuándo o en qué condiciones volverían o si regresarían alguna vez


En busca del mejor porvenir
En busca del mejor porvenir

Las gentes no encontraban empleo y los trabajadores tenían que coger su maletilla de cartón o de madera, sus míseras ropas y sus precarias alpargatas, tomar el tren, y con rumbo incierto, ir en busca de trabajo con que poder sacar adelante a su familia.


Tomar el tren con rumbo incierto
Tomar el tren con rumbo incierto

El tradicional problema del campo, donde los latifundios implicaban pésimas condiciones de vida para los jornaleros, su progresiva mecanización y la desaparición de muchos oficios artesanos por la aparición de productos manufacturados tuvo en La Mancha un énfasis especial. Muchos fueron los manchegos que durante la década de los cincuenta y sesenta marcharon y produjeron una gran crisis demográfica. Otros también fueron arrastrados por el señuelo de la gran ciudad, con su fácil acceso a la educación para los hijos. El destino fue la Europa Comunitaria, País Vasco, Cataluña, Madrid y la región Valenciana.


La enorme tristeza de dejar a los suyos
La enorme tristeza de dejar a los suyos

Ya durante la segunda República se había iniciado la emigración, primero a las ciudades y luego a las regiones industrializadas, como Madrid, Cataluña, el País Vasco o Asturias. Tras la guerra civil, muchos salieron de España al exilio: a todos los países de Europa y a América.

En la posguerra, la política autárquica franquista impidió la emigración, pero la situación económica española era muy deficiente y la necesidad de mano de obra en Europa muy grande. Cuando se permite, la partida se hace masiva, en general campesinos sin tierra con escasa cualificación. Más de dos millones de españoles emigraron a partir de los años cincuenta, la mayor parte irregularmente. Aceptaron los trabajos más duros y con peor salario: la construcción y el servicio doméstico en Francia, la industria química y metalúrgica en Alemania, la hostelería y la industria en Suiza, la minería en Bélgica... Aquellos hombres y mujeres vivieron sus primeros meses en barracones, en ocasiones en antiguos campos de concentración, en residencias colectivas, incluso en naves y antiguos establos, como lo fue el caso de los temporeros agrícolas.

Esta corriente migratoria en Europa empezó a descender a partir de 1967, ya que se exigía una mayor cualificación a los inmigrantes, y se detuvo y provocó un proceso de retorno a partir de la crisis del petróleo de 1973. Sobre un 80% de aquellos emigrantes volvieron a casa. Sufrieron el desarraigo y la incomprensión de un país que nunca ha reconocido el esfuerzo que hicieron.


¡Vente a Alemania, Pepe!
¡Vente a Alemania, Pepe!

Además de esta emigración a Europa, se produce un auténtico éxodo del campo a la ciudad en los años 60. El destino fueron las ciudades industriales de España: Barcelona, Valencia, Madrid, Bilbao, San Sebastián, Zaragoza y Alicante. Gracias a ese proceso la población española pasa de ser mayoritariamente rural a ser plenamente urbana (más del 70%), el país se industrializa y las rentas del campo apenas pueden sostener a las familias que viven de él.


Del pueblo a la ciudad
Del pueblo a la ciudad

En Criptana la emigración fue brutal. Familias enteras abandonaron el pueblo, muchas con vergüenza, de noche, dejando en las tiendas alguna que otra deuda. Entre los años 1950 y 1980 se registró un descenso de unos dos mil quinientos habitantes.

Por otra parte, en nuestro pueblo, al igual que ocurrió en otros de la zona, la proximidad de Madrid produjo una variante de emigración que sólo afectó a los hombres y a los jóvenes en edad de trabajar, generalmente en la construcción, mientras el resto de la familia permanecía en Criptana. Se puede decir que la economía local dependía en buena parte de ellos, que en buen número acudían al tajo todos los días en tren, en autobuses o en furgonetas y volvían por la tarde-noche, aprovechando los viajes para dormir y para comer algo que se llevaban en un saquillo, deseando llegar a casa, extenuados, para irse directamente a la cama. También muchas cuadrillas en automóviles privados, llenos hasta arriba, con algún pasajero más de los legalmente permitidos. Sus jornadas laborales comenzabas realmente entre las cuatro y las seis de la mañana para llegar a Madrid a tiempo. Algunos afortunados que podían permitírselo se quedaban todos los días, durmiendo en pensiones o en habitaciones alquiladas y regresaban para los fines de semana.


Acudir a Madrid al tajo
Se llegaba a Madrid por la zona de Legazpi, casi aún de noche. Esperaba una jornada extenuadora

Por aquellos años, los Arteaga de la calle de Santa Ana, abandonaron el negocio de camiones y pusieron dos autobuses para transportar a diario a los obreros. Igual lo hacía Víctor, y varias furgonetas, como la de Colorín, que murió un día de la Virgen de Criptana en Valdemoro, tras despistarse y salirse de la carretera en el viaje de vuelta.

Y en el coche Arteaga —el autobús, se entiende—, aunque su horario no era muy compatible con los trabajadores, pues su llegada no era hasta las nueve de la mañana por la zona de Atocha o, para el que lo requería, por Legazpi en una bajada rápida. La hora de regreso eran las seis de la tarde, menos los viernes, que la adelantaba a las cuatro y media.

Los viernes por la tarde los trenes venían atestados desde Madrid y descargaban en Villacañas, en Alcázar o aquí todo el personal, continuando el trayecto medio vacíos.


Regreso al pueblo
Regreso al pueblo por la tarde-noche, con sólo ganas de irse a la cama

Para mediados de la década de los 90 la situación económica estaba muy estabilizada y, como en el resto del país, se cambiaron las tornas y pasamos a ser destino de inmigración, principalmente sudamericana, favorecida por la igualdad de lengua, pero también centroeuropea, africana y asiática.

Fue así, como Criptana empezó a recuperar habitantes, a lo que contribuyó el super auge económico que supuso el boom especulativo de la construcción que empezó a finales del siglo XX, burbuja inmobiliaria que estalló con todas sus consecuencias a principios de 2008, coincidiendo con la crisis bursátil a nivel mundial.

En Criptana, este boom inmobiliario trajo como consecuencia que de nuevo cientos de trabajadores peregrinaran todos los días, en viaje de ida y vuelta, a Madrid. Pero esta vez era muy distinto, iban contratados por empresas de aquí, de Criptana, que se crearon en gran cantidad, unas modestas, otras medianas y algunas muy fuertes, incluso a nivel nacional. Se ganó mucho dinero, tanto empresarios como trabajadores, y no sólo albañiles, también de otras actividades afines con la construcción: electricidad, fontanería… Igualmente se crearon empresas auxiliares a la construcción. El polígono Industrial del Pozo Hondo estaba a tope y ya se inició su ampliación. Se notaba en el pueblo el dinero, en el consumo, en los bares, en los restaurantes, en los grandes coches, en la ostentación, en el lujo… Como consecuencia, muchos jóvenes abandonaron los estudios atraídos por el dinero fácil, pues se pagaban grandes sueldos. Los carísimos y super inflados precios que alcanzaron los pisos, fuera de toda lógica, daban para eso y para más. Pero, estaba claro que ese plan no podía continuar… Todo se vino abajo como un castillo de naipes. Y además, la crisis mundial. De nuevo la gente en el paro.


El boom inmobiliario
El boom inmobiliario

Como consecuencia de todo ello, muchos jóvenes se han visto obligados a emigrar, pues aquí encuentran poco trabajo, y los que tienen estudios la dificultad es casi mayor, pues no hay campo en el que desarrollar sus conocimientos. Algunos incluso lo han tenido que hacer al extranjero.

La población inmigrante en Criptana, que descendió a causa de la crisis, sigue siendo pese a ello considerable. Y la más numerosa, con diferencia, la rumana.

El problema para Europa y para España en los últimos tiempos son los refugiados que nos llegan principalmente de los países en conflicto del Oriente Medio y la inmigración irregular de los países africanos, bien por mar, jugándose la vida en pateras o en balsas de goma atestadas, casi irremediablemente predestinadas a zozobrar (el Mediterráneo se ha convertido en el mayor cementerio del mundo), o por Ceuta y Melilla, muchas veces en masivos asaltos a las vallas fronterizas.


Cayuco