entredosamores. criptana. joseflores
74    ¡QUE VIENE EL COCO!

sta siniestra amenaza no procede de ninguna leyenda de la España negra, es simplemente una canción de cuna. Llegada la noche, todos los niños deben estar tranquilamente durmiendo en su cama, pues aquellos que desobedezcan, aquellos que sean rebeldes o se levanten, tendrán inexorablemente que enfrentarse al terrible Coco.

Duerme, tesoro,
que viene el Coco
y se come a los niños
que duermen poco.

El Coco
¡Que viene el Coco!

Lo imaginamos y lo asociamos con la deformidad, la fealdad, el espanto, el color negro y curiosamente también con los monos, quizá por esa contrahechura de la figura humana y por los sonidos que algunos que lo han visto dicen que emite. Sí parece que tiene la cabeza muy redonda y está lleno de pelo. Por ello los conquistadores llamaron del mismo modo a una fruta tropical con la que se encontraron al llegar a América. Con ellos viajó el Coco, que de este modo conquistó el mundo entero extendiéndose por todos los hogares del universo.


El Coco
El Coco (1799). Versión de Francisco de Goya en la serie Los Caprichos

Este asustador profesional, uno de los más populares, se halla alojado en nuestra memoria colectiva y ni siquiera el paso de los años y la aparición de nuevos espectros cinematográficos y literarios han conseguido arrinconarlo. Aunque a fuerza de ser tan recurrido para que los niños aprendan lo que no se debe hacer, y además con ese nombre tan divertido, casi se le ha perdido el respeto y ha terminado adquiriendo un cierto carácter entrañable y tierno.

Duérmete niño,
duérmete ya,
que si no el Coco
te comerá.


¡A dormir! ¡A callar!
Mira que viene el Coco
y te va a llevar.

Por norma general los niños tienden a hacer exactamente lo contrario de lo que les ordenan, por ello los padres se han valido de personajes lo suficientemente intimidatorios como para que sus hijos se estuviesen quietos. Nuestras madres trataban con esta nana y otras historias horripilantes de crear una sensación de inseguridad, de miedo. Era un paraguas protector para los pequeños y una tranquilidad para los mayores, que suponían que así sus criaturas no se alejarían de ellos, no se aproximarían a carreteras o caminos frecuentados por desconocidos y huirían como alma que lleva el diablo ante un extraño, y más si éste andaba mal trajeado o fuera un vagabundo, un buhonero o un mendigo.


El miedo se usaba como paraguas protector

Más miedo que el familiar Coco inspiraban el Hombre del Saco, el Sacamantecas, el Tío Camuñas y otros muchos de mayor o menor importancia, personajes a veces reales que forman parte de nuestra terrible leyenda negra, tan dada a la carnicería y a la casquería. Sacar las asaduras o chupar la sangre eran expresiones que aterrorizaban con sólo mentarlas.

Las gentes han sentido siempre cierto recelo hacia las mejoras de carácter mecánico, rodeándolas de leyendas para desacreditarlas. Se decía que los ejes de las ruedas de los carros y demás vehículos, y que los pernos de toda suerte de máquinas, debían engrasarse con grasa humana, que además debía ser fresca y tierna. La llegada del ferrocarril y la expansión industrial en tiempos pasados robustecieron un personaje terrorífico y espeluznante, el Hombre del Saco o el Tío del Sebo. Y es así, que para la asustadiza y supersticiosa población, rondaban por las calles unos hombres de figura espantosa y aterradora con un saco al hombro, que tocando una tonadilla, actuando en un teatrillo o realizando cualquier otro embauque, atraían a los niños y los conducían hasta un paraje despoblado, donde aprovechaban para retorcerles el pescuezo y meterlos en el saco. Luego, un desollador descuartizaba a las infelices criaturas para obtener el máximo saín de sus cuerpos.


El Hombre del Saco
El Hombre del Saco

La figura real del Sacamantecas, un despiadado asesino que extraía la grasa de sus víctimas para luego venderla, se hizo muy popular. Era un campesino alavés, llamado Juan Díaz de Garayo, que cometió entre 1870 y 1879 al menos seis horribles crímenes todos ellos contra mujeres. La primera víctima, prostituta de profesión, murió asfixiada entre sus garras y posteriormente violada y destripada. La segunda corrió peor suerte, pues el homicida se cebó con ella antes de morir. La tercera desafortunada fue una inocente niña de trece años a la que condujo hasta un bosque para darle muerte y posteriormente violar su cadáver antes de abrirla en canal. La cuarta, otra ramera a la que clavó un punzón repetidas veces en el pecho para, posteriormente, hacerle correr la misma suerte que sus otras victimas. El quinto y el sexto asesinato llegarían casi de la mano, siendo los más brutales.

Un día, sin una razón aparente, Garayo fue descubierto por una niña a quien no había visto en su vida. Sin duda, en la cabeza de la criatura era la representación perfecta de sus pesadillas. La chica le señaló gritando: "¡Ese es! ¡Es él, el Sacamantecas!". Eso originó que fuera interrogado por la policía y confesara sus feroces crímenes. Fue juzgado con bastante rapidez y ejecutado por garrote vil.


El Sacamantecas
Juan Díaz de Garayo El Sacamantecas

El Cortasebos era un sacamantecas extremeño de la tradición popular, fantasma de un agricultor que salía a las doce de la noche, la hora de los espíritus, en busca de niños que se hubieran portado mal para sacarles la sangre y el unto.

Los sacamantecas en general, con las pequeñas variantes localistas, eran los encargados de alimentar y distribuir los terrores populares. Y uno de ellos, absurdamente, fue el Sereno, un personaje ya desaparecido y encargado de mantener la ley y el orden en la noche. Pero su presencia, con el guardapolvos grisáceo o azul, la gorra y el chuzo, una especie de estaca coronada por un agudo pincho, producía inquietud y hasta miedo a los niños Eran como un sacamantecas en ciernes para los críos de la vecindad.

Por esos mismos derroteros iba el caso de Francisco Sánchez, alias el Tío Camuñas por haber nacido en la cercana población manchega. Guerrillero en la guerra de la Independencia, su misión consistía en atacar a las patrullas francesas entre Madridejos y Despeñaperros. La leyenda de este héroe, temido y muerto por los franceses, hizo famosa la frase: "que viene el Tío Camuñas", que pasó también a ser usada para meter miedo a los niños.

Algo parecido ocurría en Criptana en posguerra con la Guardia Civil o con Paco El Guardia, el mítico jefe de la policía local, que los temores de los mayores se transmitían también a los pequeños. Y antes de la guerra, La Patona, mujer soltera de aspecto hombruno que vivía en un cuartucho bajo en la calle de la Virgen y ejercía de vigilanta en el "gallinero" del Teatro Cervantes. "¡Que viene La Patona!", entre los chicos, tenía el mismo sentido de temor que luego aquello de "¡que viene Paco El Guardia!".


El Tío Camuñas
Francisco Sánchez, "Francisquete" (El Tío Camuñas), en el monumento en su pueblo

En otro orden, Manuel Blanco Romasanta, El Hombre-Lobo de Allariz, que se dedicaba a la venta ambulante, además de ayudar a los viajeros por ser un gran conocedor de los bosques de la región.

Sus dos primeras víctimas, madre de 47 años e hija de 17, las asesinó en 1846. Viajaba con ellas hacia Santander y, adentrados en uno de los frondosos bosques gallegos, de repente, sacudido por movimientos espasmódicos y vomitando una espuma espesa, se lanzó sobre ellas rugiendo salvajemente y mordiéndolas brutalmente en el cuello como si fuese un animal. Y excitado por el sabor de la sangre que comenzaba a manar de las heridas, las siguió desgarrando a mordiscos hasta matarlas.

La misma suerte corrieron y en las mismas circunstancias otras once personas, todas mujeres y niños.

Como los años pasaban y los familiares no volvían a recibir noticias, empezaron a correr rumores de que los viajeros habían sido asesinados. Pero Romasanta, que pasó a ser el primer sospechoso, se fugó antes de ser detenido.


El Hombre Lobo de Allariz
Aspecto que tendría Romasanta, el Hombre-Lobo de Allariz, según estudio antropológico forense realizado sobre su craneo

Se refugió con otra identidad en Nombela, pueblecito de Toledo, en dónde estuvo trabajando como segador hasta que fue reconocido y denunciado en julio de 1852. En el juicio confesó con una estremecedora frialdad y con todo lujo de detalles, cómo había asesinado y devorado a sus víctimas, pero pretendiendo hacerse pasar por hombre-lobo: "Por culpa de una maldición de uno de mis parientes, tal vez mis padres, me convertía en lobo, desnudándome primero y revolcándome después por el suelo hasta tomar dicha forma...". Tres médicos y dos cirujanos, sin embargo, negaron su supuesta licantropía, por lo que fue condenado a garrote vil, pena conmutada a cadena perpetua por la reina Isabel II gracias al informe posterior de un hipnólogo francés que sí afirmó que Romasanta padecía un tipo de licantropía. Finalmente murió al poco tiempo en la cárcel.

El hombre-lobo es una criatura legendaria presente en muchas culturas, y aún hoy mucha gente cree en ellos o en otro tipo de hombres-bestia. Según la leyenda, es una persona que se transforma en lobo, ya sea a propósito utilizando magia o involuntariamente, a causa de una maldición o de otro agente exterior.


El hombre lobo
El hombre-lobo

Cómo no, los vampiros, seres de ultratumba que salieron a la luz hace siglos en Europa, concretamente por la zona de Rumania. Algún tiempo después, la literatura les dio una imagen más sensual y atractiva que la de un cadáver que sale de la tumba durante la noche, a menudo en forma de murciélago, y succiona la sangre de las personas dormidas para alimentarse.


Vampiro
Vampiro

Se contaba la historia de un aldeano, fallecido largos años antes, que regresó para aterrorizar a su propia familia. Había matado ya a tres sobrinas y un sobrino desangrándolos por completo, y hubiera dado muerte a su quinta víctima —otra sobrina—, de no haber sido interrumpido en su tarea y obligado a huir en las tinieblas de la noche.

Sobrecogidos en ese pueblo por los sucesos, varios jóvenes de la familia se acercaron hasta el cementerio y abrieron el ataúd del vampiro, encontrándolo tan rebosante de salud como cualquiera de ellos. Tenía los cabellos y las uñas largas, los ojos entreabiertos, y su corazón todavía latía. Y de acuerdo con la norma tradicional, el corazón del "no muerto" fue atravesado con una estaca a golpes de martillo. Brotó una mezcla horrible de líquido blanco y de lo que parecía ser sangre fresca, pero era preciso terminar el trabajo y, por tanto, cortaron su cabeza con un hacha y sepultaron aquellos restos macabros en una fosa llena de cal viva. Así era como definitivamente morían.

En el caso de los hombres-lobo, era con una flecha o una bala con punta de plata.


Muerte del vampiro
Muerte del vampiro

Un caso especial de asustaniños, medio en broma, era el Hombre de los Ojos. Siempre hacía su aparición el 31 de diciembre, y se hospedaba —lo contaba mi madre, muy seria— en la posada de mi tía Santiaga, en la calle del Cardenal Monescillo. Se distinguía por tener más ojos que días el año, para asombro de todos los chicos. No teníamos en cuenta, y mi madre jugaba con el equívoco, que al año le quedaba un sólo día y el tal monstruo de la naturaleza era una persona normal y no con trescientos y pico ojos como imaginábamos.


El Hombre de los Ojos
Así nos imaginábamos al Hombre de los Ojos

El Fraile del Capuchón, no asustaba demasiado.

Duérmete niño
porque en la alameda
hay un fraile con un capuchón
con barbas de hurón
que a los niños lleva.


Soy el fraile Botilingo
sin capilla ni cordón,
si cruzas esta raya
te como de un tragón.

También se asustaba con la Mano Negra, un ser diabólico que adoptaba la forma de una enorme mano que atacaba a los niños cuando estaban distraídos, sobre todo orinando. Y en algunos sitios con la Maruña, un monstruo que habitaba en los pozos para que los pequeños no se asomasen.


La Mano Negra
La Mano Negra

La Maruña
La Maruña

En el catálogo de seres perversos, no pueden faltar las brujas, personas supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas por su relación con el Diablo, como hechizos, conjuros o encantamientos, y que emplean para causar daño. Se creía que tenían la capacidad de transformarse en animales y que practicaban la magia tanto en provecho propio como por encargo de terceras personas.


Brujas
Brujas volando sobre escobas

Las brujas se desplazaban volando, montadas sobre el palo de una escoba, y celebraban reuniones nocturnas, los aquelarres, en las que adoraban al Demonio, quien se personaba en las reuniones en forma humana o animal (macho cabrío, gato negro, etc.).


El Aquelarre
El Aquelarre, de Francisco de Goya

Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer anciana, fea, con verrugas y especialmente desagradable. Sin embargo, se creía que entre sus poderes estaba el de poder modificar su aspecto a voluntad mostrándose como una joven hermosa capaz de seducir a los hombres y llevarlos a la perdición.

La bruja ha tenido un papel esencial en el mundo infantil, con ella nos asustaron para que no hiciéramos lo que no teníamos que hacer y ella fue personaje odioso de muchos cuentos, como la madrastra de Blancanieves, que intenta asesinarla con una manzana envenenada; la bruja malvada de La bella durmiente, capaz de convertirse en dragón, o la bruja de la casita de chocolate de Hansel y Gretel. Sin olvidar la casi entrañable bruja del "trenecillo" de las ferias.


Bruja fea
Bruja fea

Bruja guapa
Bruja guapa

En Galicia se emplea con más precisión la palabra meiga que la palabra bruja. Las meigas son criaturas viejas, grandes y ruines, que generalmente vuelan a caballo de una estaca de las que se usan en los laterales de las carretas o carros. Se dice que hay un gran número de ellas, cada una dedicada a ocasionar un mal diferente. Las llamadas meigas-chuchonas son las peores, se dedican a chupar la sangre a los niños y a robarles los untos para ser empleados en la confección de ungüentos y pomadas.

Las supuestas brujas han sido perseguidas siempre, muchas veces por miedo y por su pretendida relación con el Diablo, otras siendo utilizadas como cabezas de turco, y en algunos momentos de crisis acusar al vecino de brujería llegó a ser una forma rápida y eficaz de librarse de él.

Los juicios que se llevaban a cabo por brujería distaban mucho de ser ejemplo de justicia. Para la acusación bastaba la sospecha, no eran necesarias pruebas, no había opción a defensa y las confesiones o delaciones hechas bajo tortura eran usuales y totalmente válidas. Incluso si el sospechoso no confesaba después de ser torturado, esto se interpretaba a veces como un signo más de lo fuerte que era la intervención de Satanás.


Meiga
Meiga

Quema de brujas
Quema de brujas

El ser que representa la encarnación suprema del Mal es el Diablo, ángel caído, enemigo declarado de Dios, expulsado al infierno junto con los demonios. Si nos querían asustar, y bien, sólo tenían que hablarnos de él y de los terribles tormentos y fuego inextinguible del infierno reservado para los que fuéramos malos. Tanta era la importancia maligna del Diablo que hay infinidad de vocablos para nombrarlo: Satanás, Lucifer, Belcebú, Belial, Azazel, Príncipe de los demonios, Príncipe de las tinieblas, Satán, Abraxas, Asmodeo, Astaroth, Baphomet, Belfegor, Cassiel, Chamuco, Cojuelo, Gualicho, Leviatán, Luzbel, Maligno, Mastema, Mefistófeles, Pisuicas, Wekufe, Zabulón, Patillas, Demontre, Diantre, Pedro Botero, Ángel de las tinieblas, Ángel del mal, Ángel caído.


Satanás
Satanás

El colmo era que nos hablaran de los endemoniados o posesos, que emitían gritos que no eran humanos, vomitaban objetos y animales que nunca habían tragado, demostraban una fuerza que ni diez personas lograban contener, volaban por las habitaciones, aumentaban de repente hasta ocho veces de peso o rugían como energúmenos cuando se les acercaba algún símbolo sagrado. Sólo los exorcistas eran capaces de expulsar a los espíritus malignos de sus cuerpos.


Endemoniado
Endemoniado

Los muertos eran siempre tema recurrente, sobre todo para las abuelas con sus nietos, reunidos junto al fuego en las anochecidas invernales. Y alrededor de la fiesta de Todos los Santos el tiempo más propicio. Recuerdo que siendo pequeño, en las primeras correrías con los amigos nos acercábamos ese día al cementerio para ver las calaveras en el osario; también bajábamos al panteón erigido a los caídos de la Guerra Civil, tan tenebroso, y nos asomábamos por las tapias al entonces apartado destinado para los que se suicidaban, a quienes se negaba un enterramiento cristiano.


Panteón de los caídos en la Guerra Civil
Cripta del panteón a los caídos en la Guerra Civil

Por esas fechas, en muchas casas ponían por las habitaciones lamparillas votivas de mariposas en aceite para pedir por los difuntos. Consistían en un vaso o taza con agua y aceite, sobre el que flotaban las tales mariposas, formadas por un trocito redondo de cartulina fuerte, del tamaño de un euro, y otro de corcho, unidos y pinchados ambos por el centro con una cerilla. Por la noche, el movimiento de las sombras al leve resplandor de las lamparillas, provocaba más de un susto.


Mariposas
Lamparillas votivas del Día de Todos los Santos

Con unas y otras cosas, estábamos así predispuestos a que nos contaran mil y una historia.

Recuerdo aquella de dos amigos que vivían juntos en plena pobreza y, al morirse uno de ellos, el otro piensa después de enterrarle que podría aprovechar las asaduras de su amigo para cenar esa noche. Efectivamente va al cementerio, desentierra el cadáver y le roba las entrañas, que cocina y come. A eso de la media noche, cuando estaba ya acostado, oye que llaman a la puerta de la casa.

—Tan, tan…

—¿Quién es?

—Soy yo —se oye la voz del fallecido—, estoy en la puerta de la calle.

—¿Qué quieres?

—Dame la asadura que me robaste de la sepultura.

El amigo vivo mete la cabeza entre las mantas y oye de nuevo llamar.

—¿Quién es?

—Soy yo, estoy en la puerta de la alcoba.

—¿Qué quieres?

—Dame la asadura que me robaste de mi sepultura.

Y así más veces, mientras el miedo iba adquiriendo el clímax necesario.

—¿Quién es?

—Soy yo, estoy a la cabecera de tu cama.

—¿Qué quieres?

—Dame la asadura que me robaste de mi sepultura

—Tan, tan…

—¿Quién es?

—Soy el que te tira de los pelos (la narración se acompañaba con el gesto). Dame la asadura que me robaste de...

Atreverse a ir al cementerio por la noche y entrar, saltando la valla, era una de las cosas que de mocetes siempre nos proponíamos en estos días. Yo lo intente con otros, pero sólo llegamos a tocar la puerta, que ya era bastante.

Se contaba que varios amigos se conjuraron en esta propuesta, y ya dentro, una ráfaga de viento entre las tumbas produjo unos ruidos extraños, que en la situación de muertos de miedo como estaban, les pareció como gemidos o gritos lastimeros. Falto tiempo para que salieran corriendo despavoridos hacia la salida, con tan mala fortuna que al trepar por la puerta uno de ello se enganchó la camisa con una de las picas que la coronan, y, creyendo que era un muerto el que lo agarraba, le dio un síncope y allí quedó sin vida.


El cementerio
El cementerio por la noche

Los fantasmas han sido fruto de la fantasía popular desde el principio de los tiempos. Y es que el hombre, desde los mismos inicios de su existencia, ha sentido y expresado su inquietud y su preocupación por temas para él fundamentales como conocer su destino y la posibilidad o no de que el alma sea inmortal, de que al morir y desaparecer el cuerpo físico quede "algo más". De ahí que los muertos hayan sido desde siempre objeto de toda clase de cultos, temores, creencias y supersticiones, y también de alucinaciones, al entenderse que pueden volver al mundo de los vivos, hacerse visibles en forma de espectros o apariciones y aterrorizar a las gentes.


Apariciones
Fantasma

Los judíos creían que en todos los lugares desiertos se presentaban las almas de los muertos buscando, como modernos zombis o cadáveres vivientes, apoderarse de un cuerpo humano y disfrutar así de una nueva existencia.

En otras culturas, la tradición asegura que los espíritus de los asesinados o muertos de forma violenta, tenían el permiso de los dioses para actuar de la manera más conveniente hasta conseguir la venganza. O que los hombres que fueron en su día malos y perversos, vuelven en forma de animales o fieras dañinas.


Zombis

En occidente, los fantasmas se conciben como almas en pena que no pueden encontrar descanso tras su muerte y quedan atrapados entre este mundo y el Más Allá. Esa imposibilidad responde a una tarea que el difunto ha dejado pendiente o inconclusa: así, puede tratarse de una víctima que reclama venganza o de un confeso criminal o suicidado (macabros eran los relatos de ahorcados que se aparecían con la soga al cuello) que por habérseles negado sepultura en sitio sagrado ven diferido su ingreso en el cielo o en el purgatorio.

En cualquier caso, los fantasmas son supuestos espíritus o almas desencarnadas que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible tomando una apariencia visible, produciendo sonidos u olores o desplazando objetos.


Atrapadp por el fantasma
Atrapado por el fantasma

Un caso particular son las casas encantadas, morada de algún fantasma, donde los fenómenos paranormales y la presencia de apariciones se asegura que es algo cotidiano. Al parecer son sitios donde se cometió un asesinato u otra atrocidad. La energía psíquica que se escapa luego de una agonía queda deambulando por el lugar, y las gentes que habitan la casa a lo largo del tiempo sienten sensaciones extrañas, escalofríos, parálisis, desconciertos, temores en la penumbra y hasta ruidos y sombras que pasan


Casa encantada
Casa encantada

El Bu es un fantasma o ser imaginario que se menciona para asustar a los niños. ¡Que viene el Bu! Bu es como el sonido que se supone que hacen los fantasmas. Algunos lo relacionan con un gigantesco hombre-búho de enormes alas.

En tu puerta, Teresa, canta un canario
échale cañamones que cante claro.
Cambrú, Cambrú, serenado, serenadito, Cambrú,
que a los pies de la cama llora el niño de la U,
y su madre le dice: Ea, vaya,
calla, no llores, que viene el Bu.


            Canción de cuna
            Obra para voz y piano de Joaquín Rodrigo

Un alma en pena es un muerto que vaga de noche como un espíritu que no puede ascender al cielo. Aparecen, vestidas de blanco, encapuchadas, con antorchas de huesos encendidos y portando un ataúd para acompañar a una persona en su lecho de muerte. Llegan en procesión —la Santa Compaña, se decía—, tocando una campanilla, dan tres vueltas a la casa y entonces la persona muere. A las almas en pena no se las debía tocar, puesto que si un vivo las tocaba, aunque no fuese su hora, hallaría la muerte, por lo que para defenderse en este caso había que dibujar un círculo en el suelo y meterse dentro de él.

No todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos la Santa Compaña. Según la tradición, tan sólo los que en la ceremonia de su bautismo fue utilizado por error óleo de los difuntos.


La Santa Compaña
La Santa Compaña

Una de cosas que más terror causaban eran las noticias de enterrados vivos. Ciertos estados patológicos como la catalepsia o la alferecía, pueden producir una muerte aparente. Se contaba la historia espeluznante de una señora de Madrid de tiempos pasados, de la ilustre familia Lasso, que hallándose cercana al parto, entró en agonía, permaneciendo así tres días, al cabo de los cuales expiró. Creyendo que el feto estaría también muerto, fue enterrada en la sepultura familiar. Algunos meses después, abrieron la citada sepultura y hallaron que el cadáver de la infeliz mujer tenía en su brazo derecho una criatura recién nacida unida aún por el cordón umbilical. Sin duda se trataba de un caso de muerte aparente. La enterrada volvió en sí dando a luz en el interior de la sepultura y muriendo madre e hijo asfixiados o de hambre y de sed.

El peligro mayor de enterrar personas vivas se presentaba con ocasión de epidemias y en los campos de batalla durante las guerras. Alguno pudo escapar de la fosa común donde fue tirado y pudo sobrevivir contando su odisea.


Enterrados vivos
Enterrados vivos

El ogro era otra de las figuras míticas para asustar. Nos lo imaginábamos como una criatura humanoide horrenda, con una gran cabeza, mucho pelo, barba abundante, abultada panza y cuerpo fornido, y que se alimentaba de carne humana, especialmente de niños y niñas. Estaba presente en las leyendas y cuentos populares, como el célebre y sanguinario ogro de las botas de siete leguas del cuento de Pulgarcito.


El ogro
El ogro

Otro cuento, el de Caperucita Roja es sin duda el que más daño ha causado al lobo, pues durante muchísimos años ha ido grabando en el subconsciente de millones y millones de niños la falsa imagen del lobo como devorador de personas.


El lobo
El lobo

—Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

—Son para... ¡comerte mejoooor! —y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre Caperucita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.

Y nada más lejos de la realidad, pues en muy contadas y excepcionales ocasiones los lobos han atacado directamente a los hombres. Pero eran temidos por grandes y chicos en todos los pueblos.

A dormir que viene el lobo,
y si no, viene la loba,
preguntando de casa en casa
cuál es el niño que llora.

En los siglos XVIII, XIX y principios del XX estuvieron muy de moda los romances de ciego, las aleluyas y en general los llamados "pliegos de cordel". Entre los diversos temas de sus fábulas, leyendas y crónicas, además de la vida de bandoleros, bandidos, asesinos y ladrones de toda laya o condición, figura el de las fieras, monstruos y harpías.


Romances de ciego
La truculencia de los romances de ciego

Monstruo es un término para cualquier caso de criatura legendaria que con frecuencia se suele encontrar en los cuentos de terror. Los monstruos, y entre ellos los dragones y enormes culebras, son seres de apariencia temible y peligrosa con un único fin en su existencia: matar y destruir.


Dragón
Dragón

El Basilisco es un animal fabuloso nacido a partir de un huevo de gallo fecundado por una culebra e incubado por un sapo. Probablemente su leyenda se base en el conocido fenómeno de la gallina que cambia de sexo cuando envejece, que canta como el gallo y le crecen carúnculas como a éste, pero que sigue poniendo huevos. En dibujos aparece como un gallo con cuatro patas, plumas amarillas, grandes alas espinosas y cola de serpiente que terminaba en garfio. Su aliento envenenaba las aguas, pudría el aire y marchitaba todo verdor. Andaba de noche, y era tan sumamente horrible y feo que fulminaba con la mirada; pero si el Basilisco se veía reflejado en un espejo, se mataba a sí mismo. Algunos lo relacionan simbólicamente con la imagen del diablo o del anticristo. La expresión "ponerse hecho un basilisco" se aplica a aquel que anda fuertemente irritado y con el ceño fruncido.


Basilisco
Basilisco

Una de las fieras más popularizada, la que más famosa se hizo, fue la Fiera Corrupia, que tenía cabeza de toro, cuerpo de lagarto lleno de escamas y uñas como ganchos. Otros la describían en forma de dragón rojo, con siete cabezas provistas de cuernos, y con signos evidentes de ser una copia adulterada de la Bestia de Apocalipsis. El término de fiera corrupia se utiliza también para aludir a una persona que tiene muy mal genio, muy mal carácter y de la que es necesario protegerse

Pío Baroja dedicó a la Fiera Corrupia un romance en sus Canciones del suburbio:

En Villabruta del Monte,
en una caverna oscura
que se abre en una oquedad
del Pico de Peña Cruda,
se ha presentado un engendro,
un fantasma, una furia
que los más listos del pueblo
llaman la "Fiera Corrupia".
Es un animal monstruoso,
como un gato lleno de uñas,
con cabeza de serpiente
y ojos grandes de lechuza;
parte cubierta de pelo
y otra cubierta de plumas;
de un aspecto tan terrible,
que al mismo demonio asusta (…)
Al parecer, a los chicos
les engaña y les adula,
y si los pesca en sus garras
los sujeta y los manduca.
Se ha comido ya seis niños
esta fiera disoluta,
y, según dicen algunos,
hasta los huesos los chupa.
Al parecer, ahora piensa
y cínicamente anuncia
engullirse algunos más
como quien se traga chufas…

Las Arpías, que pertenecen a la mitología griega, eran seres alados, con rostro de mujer y cuerpo de ave rapaz, que personificaban la desatada furia de las tempestades y también la muerte. Se dedicaban a acosar, atormentar y, posteriormente devorar a cuantos humanos caían bajo sus garras. El nombre siempre se ha aplicado también a las personas con malas ideas, perversas.


Arpía
La Arpía no es necesariamente un animal mitológico, ni un monstruo, ni una quimera. La Arpía es real.
No tiene sexo, ni edad, ni aspecto físico determinado, está en todas partes y puede causar auténticos estragos

Los duendes, tan pequeños que no se ven e igualmente mitológicos, son guardianes de los bosques. En las casas, cuando se producían ruidos sin saber la causa se decía que había duendes. No causaban miedo, más bien desasosiego


Duende
Duende

Los sátiros, otros seres de leyenda, eran ardientes y lascivos genios de los bosques y las montañas. Se aplica a los rijosos y las madres prevenían a las hijas para que no fueran violadas por alguna de estas personas


satiros
Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros, de Rubens

Cualquier insecto o alimaña era empleado para asustar: arañas ("¡Que viene una araña y te come!"), culebras, salamandras (se decía que la picadura hacía caer el pelo).

Nos acogotaban las cosas terribles que se contaban de los bandoleros, aún con recordada y épica fama, en ocasiones feroces y violentos y en otras luchadores activos por las causas más desfavorecidas. Robaban sin piedad a unos para, a veces, ceder generosamente a otros el producto de lo robado. Legendarias las figuras de Diego Corrientes, José Ulloa El Tragabuches, José María Hinojosa El Tempranillo, Joaquín Camargo El Vivillo, Francisco Ríos El Pernales, El Bizco de Borge, Juan Caballero El Lero, Juan José Mingolla Pasos Largos, el madrileño Luis Candelas y hasta los vascos Pedro Dorronsoro Galtxagorri o Francisco Aranaz Patxikubaliente.


Luis candelas
Luis Candelas

Y la de los brutales y crueles asesinos: Enriqueta Martí La vampiro de Barcelona, con más de 25 niños asesinados a los que extraía la sangre para fabricar elixires de salud y de eterna juventud. Fue linchada por varias reclusas en la cárcel en 1912

Manuel Delgado Villegas El Arropiero, que se le encerró para siempre en un psiquiátrico. Durante años estuvo de un lado para otro cometiendo crímenes sin parar.

Francisco García Escalero, un mendigo que ya en su infancia visitaba los cementerios y se colaba en las funerarias para acostarse junto a los cadáveres que tanto le atraían, asesinó a más de una docena de personas, llegando a decapitar a algunas de sus víctimas y a comerse parte del corazón de otras.

Más reciente, José María Jarabo, el señorito vividor, mujeriego y drogadicto, un psicópata que mató en Madrid a 4 personas en el transcurso de unas horas. En la madrugada del 4 de julio de 1959 el verdugo lo sentó en la silla del garrote vil para darle una agonía que duró más de veinte minutos.


Enriqueta Martí
Enriqueta Martí La vampiro de Barcelona, representada como una ogra o "tía del saco" en una revista satírica de la época