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54     NOVIAZGOS Y BODAS

ntiguamente, en Criptana y en otros muchos pueblos de La Mancha, para solicitar y entablar relaciones un muchacho con una chica que le gustara, la cortejaba y hablaba con ella aprovechando que saliera alguna anochecida a comprar o a otro recado. Ya de acuerdo, primeramente se veían un ratito, también a últimas horas de la tarde, medio a escondidas, para que no pudieran verlos gente de sus familias. Pasado un poco tiempo, ya se les veía ir juntos, y los domingos mañana y tarde, pero siempre acompañados de alguna de las amigas de ella.


El cortejo
El cortejo

Novios con carabina
Novios con carabina

Mis tíos Araceli y Enrique de novios
Mis tíos Araceli y Enrique de novios una tarde de paseo en la Sierra de los Molinos.
Mi hermano Valeriano y yo supongo que de carabinas por imposición de mi abuela Venancia

Un día, por fin la muchacha se atrevía a decírselo a su madre, y ésta a su marido, y si el chico había caído bien, daban su consentimiento para que hablaran en la puerta de la casa o a través de una ventana. "Pelar la pava", se decía.

A los pocos meses, ella se lo pedía a sus padres, y una noche después de cenar pasaba el novio a casa de la novia. Desde ese momento, entraba ya a cualquier hora, estaba un rato de charla con los familiares y luego un poco en la puerta.


Pelar la pava
Esperando a que llegue el noviete para pelar la pava

Los domingos, la relación variaba, pero se limitaba a largos paseos o a ir al cine, casi nunca a solas.

Si todo iba por buen camino, una tarde, los padres del chico se acercaban a la casa de la novia para formalizar entre las dos familias el noviazgo.


¡A las diez en casa!
¡A las diez en casa!

 Mi padre y mi madre de novios en la playa
Mi padre y mi madre (los dos de la derecha) de novios en una playa de Vigo, con familia y amigos.
Años 30 del pasado siglo. ¡Eran unos adelantados!

Cuando un muchacho de otro pueblo se hacía novio con una chica de la vecindad, si quería seguir siéndolo y que no los molestasen, debía "pagar la patente" una especie de impuesto que las más de las veces consistía en una buena convidá a la "quinta" de mozos que ese año sorteaban para la "Mili". Si se negaba a ello por chulería o por las razones que fuesen, podía acabar chapoteando en el pilón abrevadero más cercano. O acaso algo peor que le hicieran "los galgos" en plan salvaje.

Nota para las nuevas generaciones: hacer unos "galgos" consistía en sujetar al individuo, abrirle la bragueta e introducir tierra, hojarasca, piedras, agua y, más sádicamente, escupitajos, algún que otro sapo e incluso orines de los actuantes, no sin uno que otro sobo a lo bruto del pene.

Los bailes de entonces
Los bailes de entonces

Trini Ossorio y yo de novios en la Feria de Criptana
Trini Ossorio y yo de novios en la Feria de Criptana, antes de entrar a la verbena

Las bodas tampoco eran como las de ahora; aunque, eso sí, dependiendo de la posición económica de los contrayentes, casi siempre rumbosas, animadas y divertidas.

La organización recaía en los familiares de los novios y muy especialmente en los de la novia.

Varias semanas antes se realizaba la pedida de mano en casa de la novia, fiesta en la que se juntaban las dos familias y donde, además de pedir los padres del novio la aprobación y, en cierta medida, cesión de la novia al futuro esposo, se discutían y se tomaban los últimos acuerdos sobre las aportaciones que se harían al nuevo matrimonio para su sustento, bien fuera dinero, tierras o enseres. El hogar donde vivirían, naturalmente era una cosa decidida ya con meses o años de antelación.


Pedida de mano
Pedida de mano

La novia solía poner toda la casa: muebles, vajillas, sartenes, sábanas, mantas, sillas, orzas, cortinas, cuadros, toallas... Todo el ajuar y la casa completa. El novio por el contrario llevaba al matrimonio su ropa y si acaso unas mantas.

Por supuesto, no faltaba hablar del cómo, cuándo y dónde se celebraría la boda, así como hasta qué grado de parentesco se invitaba, y si era sólo para la misa y chocolate o para el día entero.


Trajes de boda manchegos
Antiguos trajes de boda manchegos sencillo y de gala

Las invitaciones no se hacían con tarjetas como ahora. Los padres eran los portavoces, y los que de casa en casa iban notificando el acontecimiento a familiares y amigos, diciendo a quién de cada familia se invitaba y aclarando —menuda papeleta— si era también para la comida o no.


Boda selectiva
Invitación de boda en 1961 en el Casino Primitivo. Por aquellos años aún se hacían invitaciones muy selectivas, como es el
caso de esta fotografía, en donde aparecen sólo los amigos (mi padre, Valeriano Flores, es el segundo por la izquierda)
del padre de la novia. Las esposas se quedaron en casa. Otras veces era al contrario

En muchos sitios ya existía la costumbre de organizar fiestas independientes de despedida al novio y a la novia —la de la novia más en plan hogareño—, pero no con el desmadre actual. Eran veladas agradables, con un cierto tono "picante", en donde se fanfarronea un poco, se ponía muy negro el futuro de casado y casada y se hacían bromas por el estilo.


Novios
Novios en foto muy antigua de estudio. ¡No parece que estén muy contentos!

Las bodas siempre se celebraban por la mañana y no necesariamente en sábado como ocurre en la actualidad.

Como no había hoteles ni restaurantes, se celebraban en las propias casas.

Se pedía a familiares y vecinos prestados para ese día, platos, fuentes, vasos, bandejas cubiertos, sartenes, ollas y cuanto menaje se necesitase. También mesas o tableros y sillas para poder acomodar a todos los invitados.


Novios
Otra fotografía antigua de novios. ¡Pronto te quito el refajo!

Para acontecimiento tan importante, las casas de los novios se habían adecentado, blanqueado y repintado las puertas y ventanas.

Desde unas fechas antes de la fijada para la boda, las mujeres de ambas familias, junto con la guisandera o guisandero que se contrataba para este menester, hacían el recuento de comensales y mataban y preparaban las gallinas para hacerlas en pepitoria, que era el clásico guisote para bodas, o los corderos para hacer caldereta, y a veces las dos cosas.


Foto familiar
La foto familiar

Los enlaces matrimoniales solían hacerse entonces temprano, no mas de las once de la mañana; después todos acudían a la casa del novio para tomar el chocolate con tortas o con magdalenas y galletas, cochura que ya se tenía preparada con antelación. Según como fuera la casa de grande, se disponían mesas y sillas para que se sentara el personal, o al menos para los novios, padrinos, el cura y familia más directa; el resto tomaba el chocolate como podía, sentados en sillas o bancos por patios o habitaciones, o de pie. A todos se les iba sirviendo el humeante chocolate que traían desde la cocina muchachas jóvenes de ambas familias.


Tomando chocolate en una boda
Tomando chocolate en una boda

Tomando chocolate en una boda
En ésta, una muchacha y varios hombres dando buena cuenta del chocolate

Tomando chocolate en una boda
Aquí, cuatro jóvenes invitados a la boda toman el chocolate de pie

La comida casi siempre se hacía en casa de la novia —se repartía así el trabajo que todo esto suponía—, y mientras la hora llegaba, los novios pasaban por el estudio del fotógrafo y visitaban a los familiares que por viejos, enfermos o impedidos, se habían visto imposibilitados de asistir a la boda. Era costumbre, también, si había algún pariente directo recientemente fallecido, visitar el cementerio y depositar el ramo de flores en su tumba.

Conforme llegaban los invitados, se les daba sitio a todos en las distintas mesas —ahora sí—, y los más allegados en la de los novios o cerca de ella. Todas se vestían con ricos manteles que se guardaban para la ocasión o que se pedían prestados. Como en el chocolate, muchachas pasaban y ponían jarras de vino y grandes fuentes sobre las mesas para que cada uno se sirviera, insistiendo de vez en cuando para repetir y que no quedara ninguna sobra. Transcurría siempre la fiesta entre risas, vivas y buen humor, y nunca faltaban las bromas a los novios, casi siempre algo subidas de tono.


Comida de boda
Apenas hay nada en la mesa para celebrar la boda, pero poco importa a la novia para que se sienta inmensamente feliz

Comida de boda
Invitados a una boda

Salón de bodas
Celebración de la boda conjunta de dos parejas, en lo que podría ser una casa de comidas, casino, restaurante, salón...

En algunas casas, la comida se realizaba , sentados o no, cuchara en mano, alrededor de un perol.

Como postre, melones, uvas y naranjas, se consideraba lo normal. El arroz con leche —con "duz"— era un signo de distinción, y flanes individuales, como recuerdo que dieron cuando se casó mi tía Araceli, debió ser todo un acontecimiento. No faltaba tampoco la bandeja con dulces caseros y la copa de anís, coñac o mistela para las mujeres


Comida de boda
Cucharón y marcha atrás

Con la alegría y el cantar de los jóvenes (el vino y los licores no eran muy ajenos a la situación), el bullicio de los mas pequeños, sin parar de corretear, y el desfile de los mayores por la mesa de los novios para dar la enhorabuena y dejar en la bandeja la aportación —el dinero se echaba sin sobre y a los hombres se les daba un puro—, se terminaba la comida. Pero todo era un pequeño respiro, para dejar que se recogiera un poco, porque inmediatamente empezaba el baile, amenizado por algún grupillo de música local. La juerga continuaba así hasta la noche, cantando y bailando sin cesar, sin escatimar en el ofrecimiento de bebidas, entre la que no faltaba la zurra, que se sacaba en lebrillos de los que cada uno se servía a voluntad.


Dinerito para los novios
Dinerito para los novios

Cacharros para los novios
Y también algunos cacharros y otros regalos

El baile de boda
E inmediatamente comenzaba el baile

No faltaban la zurra y los licores
No faltaban la zurra y los licores

En épocas pasadas, la mujer se casaba con el traje regional, bien elaborado para la ocasión y con ricos adornos, que muchas veces se pasaba de madres a hijas; luego, dependiendo de la economía de las familias, con un vestido de más o menos gala en color negro, que era lo más tradicional e inexcusable si se tenía luto. El blanco o color crudo para las novias no se generalizó hasta mediados del siglo pasado y empezó a ponerlo de moda la reina Victoria de Inglaterra ya en 1840, cuando se casó con Alberto de Sajonia. A partir de ahí, las damas de la nobleza lucieron esta tonalidad en cuidados vestidos de novia en los que añadían antiguos velos familiares de encaje. Pasarían años hasta que esta nueva moda llegó también al pueblo llano.

El traje de los novios, siempre más sobrio, pasó del antiguo regional al habitual de color oscuro.

Y mención especial para los que se casaban de “penalti”, como se decía hace años, en los que era casi “obligado” entonces que vistieran traje de calle, y lo hicieran a hora bien temprana, de tapadillo.


Casados de penalti
Casados de "penalti" o por "el sindicato de las prisas"

Los amigos más allegados del novio solían gastar alguna que otra broma la noche de bodas. Una de las mas comunes era la de colocar un cencerro por debajo del colchón.

El día después de la boda se celebraba la tornaboda, una invitación en la casa de los nuevos casados para los íntimos, parientes más cercanos y los padres.

Y dependiendo del dinero era el viaje de novios, que muchas veces se dejaba para "más tarde". Mis padres se casaron en 1942 y estuvieron unos días en Albacete, coincidiendo con las Ferias, y siempre contaban una graciosa anécdota en el comedor del hotel. Sucedió que, exprimiendo —no recuerdo cual de los dos era— un limón sobre un filete de ternera, salto de la mano como si estuviera vivo, y el sólito se fue a depositar en la mesa de al lado, que falto poco para que no cayera sobre un plato de sopa de uno de los comensales. Me imagino el azoro que en esos momentos les entraría.


Mis padres
Flor y Valeriano, mis padres

Mis suegros
Esperanza y Sotero, mis suegros

Siendo yo muy pequeño, fuimos en la "rubia" de Lucas, uno de los taxis de entonces —coches de punto, se decía—, a una boda de unos parientes en Miguel Esteban. Las costumbres allí eran aún más primitivas, y nos hubiéramos quedado sin comer, ¡a dos velas!, si no es porque una prima de mi padre, Esmeralda, suponiendo que iríamos sin cubiertos (la usanza era llevar cada uno los suyos de casa), nos los tenía preparados.

Habituales en otros tiempos eran "las cencerradas". Cuando un viejo se casaba con una joven o un mozo con una vieja, o dos sumamente viejos, o viudo o viuda lo hacía por segunda, tercera o cuarta vez, los mozos solían darles chasco la noche de boda haciendo ruido con sartenes, cacerolas, esquilas o cencerros.

Una primera cencerrada nadie la podía evitar; aunque sí interrumpirla y que no se repitiera en noches sucesivas obsequiando con vino a la gente.

Era tal la chunga que se montaba, que los novios que en estas circunstancias se casaban lo hicieran en el mayor secreto; pero raro que alguno de los que estaban enterados (familiares, vecinos, amigos) no se fueran de la lengua.


Baile de boda
Baile de boda

Las formas de celebrar las bodas fueron evolucionando. Un primer cambio fue realizar los bailes en locales adecuados: en Criptana, en invierno eran en el casino Primitivo o en el de la Concordia, y con el buen tiempo en el cine Ideal, amenizados por las orquestas Mambo o Ritmo, formadas por músicos de la localidad, o por los Maestronic, el primer grupo pop del pueblo. También en el Salón Hidalgo, una de las primeras discotecas en abrirse, en la rinconera de la calle Fernández Calzuelas, junto al Pozo Hondo. No faltaba, claro está, la zurra o limoná.

Durante el verano, como rara era la tarde que no había boda, siendo yo ya un mozalbete, solíamos colarnos toda la panda en los bailes al menor descuido de los porteros. Eran los tiempos en los que el "twist" hacía su furor.


¡Bailando el twist!
¡Bailando el twist!

Algunas bodas empezaron a celebrarse por la tarde, y desde la iglesia se iba directamente a baile, donde familiares pasaban con bolsas de plástico que iban entregando a los invitados, y que contenían dulces variados. Duró poco esa moda, pues resultaba un poco cutre.

Los nuevos usos son ya actuales: las tarjetas de invitación; los restaurantes; las celebraciones siempre por la tarde, seguidas del banquete y baile hasta la madrugada, y el sábado —pocas también en viernes— casi como único día para casarse, que a su vez trajo como consecuencia, debido al número de peticiones que se acumulan, que los novios tengan que prever hasta con más de un año de antelación la fecha de la boda. Y casi con cada vez menos novedad, las bodas por lo civil y los "arrejuntes".