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35     HUERTAS Y NORIAS

a noria es una máquina compuesta básicamente de dos grandes ruedas dentadas, una horizontal, cuyo giro era impulsado por un animal, generalmente una mula vieja o un burro, dando vueltas sin parar, y otra vertical, movida por aquella e instalada sobre la boca del pozo. En esta iban montados los arcaduces de barro, sujetos con cuerdas de esparto y con un agujero en el fondo para que saliese el aire y pudiesen sumergirse en el pozo, sustituidos luego en las más modernas por cangilones metálicos. Unos u otros, al voltear de la rueda, elevaban el agua hasta la superficie e iban vaciándola en la artesilla, de la que caía al tornajo o canalón que la conducía a la madre de la reguera o a una alberca, que actuaba como deposito para que el agua tuviera mas fuerza y discurriera por los tablares, sobre todo cuando la huerta era grande.


Funcionamiento de una noria
Funcionamiento de una noria

Detalle de las ruedas de una noria
Detalle de las ruedas de madera, artesilla y tornajo de una noria

La construcción de las norias la llevaban a cabo maestros carpinteros. Una vez excavado el pozo, que solía ser alargado, rectangular, el artesano tomaba las medidas del brocal, y teniendo en cuenta su profundidad, la montaba utilizando para ello maderas duras, previamente curadas. El uso de clavos o soportes de hierro era escaso o nulo por los problemas de oxidación, empleándose cuñas y ensamblajes de madera. Las reparaciones las solían hacer los mismos dueños, reponiendo sobre todo las piezas de los engranajes, sujetas al desgaste por rozamiento.


Esquema de una noria más moderna de hierro
Esquema de una noria más moderna de hierro

Todo el entramado de la noria se colocaba sobre una plataforma elevada, aporcando tierra alrededor del pozo, para así elevar la salida de las aguas y que llegasen sin dormirse al final de los tablares o salvasen la altura de la alberca.

Su uso, que nos viene de los árabes, se hacía necesario en zonas con escasez de aguas superficiales, con pocas lluvias, en donde había que buscar las corrientes subterráneas poco profundas para regar las fértiles huertas.

De norias como la que acabamos de comentar estaban llenos nuestros campos hace escasamente medio siglo, de aquí de Criptana, muy especialmente en el Rasillo, y sobre todo por los alrededores de Herencia, Miguel Esteban y Camuñas, cuyos huertanos iban y siguen viniendo por los pueblos, vendiendo sus productos los días de mercado. Explotaban nuestros escasos recursos hídricos de manera racional, ya que las norias impedían abusar de las extracciones, manteniendo por tanto los niveles freáticos. Eran otros tiempos, en los que el hombre no había devastado aún los frágiles recursos del acuífero y había agua para todos y casi a ras de tierra.


Noria
Antigua noria con arcaduces de barro pero con ruedas de hierro

Noria
Otra vieja noria con ruedas de hierro

Noria
Noria de construccion más moderna totalmente en hierro

Huertanos
1927. Huertanos con sus tenderetes en la Plaza, en el mercado que se instalaba junto a la antigua iglesia

Pero la introducción de los motores de bombeo, al principio de manera casi rudimentaria, ha desembocado hoy en el riego generalizado por diversos sistemas y en la utilización de potentísimas máquinas, con sondeos a profundidades antes insospechadas, que nos están llevando a una catástrofe ecológica de imprevisibles consecuencias, de la que la mayoría de la población aun no es consciente, aunque haya supuesto —eso sí— una mayor productividad y rentabilidad del campo. Pero a costa de ir agotando poco a poco ese bien tan maravilloso que es el agua, con el descenso generalizado de los acuíferos por su sobreexplotación y que, naturalmente, ha hecho desaparecer aquella imagen bucólica de las norias y su tintineo característico.

Algo se está haciendo en la actualidad para mejorar esta situación, empleando nuevos sistemas y técnicas de riego. A la ya más antigua de riego por aspersión, se unen las de goteo, la de cintas porosas de exudación... o la moderna agricultura de cultivo bajo plástico. Todas, con menor cantidad de agua, consiguen incluso un mejor rendimiento que los métodos tradicionales de hacer correr el agua por los surcos o por inundación.


Riego por goteo
Huerta con riego por goteo

Las huertas era un lugar verde y relajante en los calurosos veranos, y a ellas nos acercábamos los chicos en bicicleta para zambullirnos en la alberca, en sus aguas recién sacadas del pozo. Los huertanos nos dejaban, y raro era no acabar merendando con ellos a la caída de la tarde, a la sombra de un olmo, de una morera o de un chopo junto al cocero.


Albercas
Albercas abandonadas, una de ellas cubierta totalmente de broza

Alberca Criptana
Alberca y restos del pozo que en su día tuvo una noria cerca de la Cañamona

Ese viejo huertano ha desaparecido prácticamente de nuestro pueblo. Todos los días, con su noria y el borriquillo, regaba los tablares de su huerta, abriendo y tapando con una azadilla las distintas boquillas de la reguera, para que hilada por hilada, llegase el agua a las patatas, judías, tomates, pimientos, cebollas, pepinos, calabacines o cualquier otra cosa que su buen criterio aconsejaba.


Hortelano
Trabajando en la huerta

Ha sido un acierto montar una de estas norias en la zona ajardinada de San Isidro. Formó parte de nuestras vidas y del quehacer de mucha gente, y debe ser conocida por las nuevas generaciones.


Noria en San Isidro
Noria instalada como motivo decorativo junto a la ermita de San Isidro

Recuerdo a nuestro vecino Carrasco, junto a la casa de mis padres, en la calle de la Reina, un hombre de bondad absoluta, toda la vida huertano, con su blusa manchega, negra los domingos y negra ya siempre desde que se murió muy joven su mujer Rosario. Ella también "un trozo de pan" y trabajadores como nadie los dos. En la casa vendían toda clase de hortalizas y manojos de alfalfa para los conejos. Y tanto acudía la gente, que se atrevieron a abrir una tiendecilla y a lo de la huerta añadieron otros productos comestibles, incluidas las sardinas de cuba. No faltaban tampoco los tomatillos secos al sol, de tan amplio uso en Criptana. Era cómoda porque a cualquier hora te atendían.


Tomate de la tierra
Extraordinario ejemplar de un tomate de la "tierra"

Tomatillos secos
Tomatillos secos

Mi madre todos los años les encargaba a los Carrasco un par de banastas de tomates para embotellar. Todos ayudábamos en la tarea. Ella, alguna criada y la —¡cómo no!— siempre solicitada Mariantonia (acudía a casa para lavar, para blanquear, para hacer los colchones o para cualquier fregao que se organizara), picándolos y mezclándolos bien con unos polvos conservantes que vendía Casto en su casa del principio de la carretera a Pedro Muñoz. Y nosotros los chicos, metiendo todo el picado en botellas bien limpias, con ayuda de un embudo y unas varillas de madera redondas para empujar la masa por el agujero. Luego se añadía un chorreón de aceite en el cuello de la botella y se cerraban bien con un corcho que se había mantenido en remojo para que esponjase. Por el mismo procedimiento también se embotellaba pisto. Ambas cosas resultaban exquisitas cuando se abrían en invierno. Naturalmente, eran otros tiempos, cuando los productos de la huerta se encontraban sólo en su temporada.


Banasta
Banasta de tomates para embotellar

Uno de los parajes más emblemáticos de Criptana era y sigue siendo la Huerta del Bajo. Se encuentra al norte del pueblo, en una cañada por el camino de la Puebla, a la derecha de la ermita del Cristo de Villajos. Estaba rodeada de una cerca de piedra que ya en muchos sitios no existe, ni tampoco la arboleda de olmos atacados por la grafiosis que poblaba la hondonada y que se están sustituyendo por otro tipo de árboles. Sí están los pinos, con formas raras y retorcidas


Huerta del Bajo. 1980
La Huerta del Bajo cuando aún existía el olmedal en 1980

Camino a la Huerta del Bajo
Camino a la Huerta del Bajo

Y está el pozo, muy grande y cuadrado, con una noria que se abandonó sustituida por una motobomba para llenar la alberca y regar la huerta. Otro pozo, en la parte de fuera, junto a la cerca, también muy grande y a ras de suelo, se cree que es de origen mozárabe.


Pozo mozárabe en la Huerta del Bajo
Pozo que se cree mozárabe en Huerta del Bajo en invierno. Tiene cuatro brocales a ras del suelo

La vivienda es pequeña, tiene dos cipreses al lado (en tiempos había un tercero) y está hoy arreglada. Todo el entorno es de una belleza incomparable, como de cuento.


La Huerta del Bajo
La Huerta del Bajo

Existía la leyenda de una culebra de grandes dimensiones que moraba en la finca, tan grande y tan vieja que decían que tenía hasta bigotes. Melquiades Rodríguez Panadero, artista en los trabajos del campo y también con la pluma, conocedor de todos los parajes de Criptana y más éste que pertenece a su familia, dice que no vio nunca ninguna. Todo esto lo cuenta en el blog de la asociación cultural Korova (https://korovacriptana.wordpress.com/2016/02/03/segunda-ruta-con-melquiades-del-corral-de-sabino-a-la-huerta-del-bajo/), que entre otras muchas cosas, organiza rutas guiadas por el paisaje criptanense.


Huerta del Bajo
La Huerta del Bajo en una fotografía más actual

 Merienda en la Huerta del Bajo
Merienda en la Huerta del Bajo

Cerca está otra finca famosa, la Huerta Treviño, que también ha visto desaparecer su olmedal. Ambos, los únicos en Criptana, en una de las zonas más húmedas del pueblo, durante muchos años dieron frescor y sombra al entorno.