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32     ARAR Y SEMBRAR

n la mayoría de los pueblos manchegos, y por supuesto en Criptana, el año agrícola venía marcado por el santoral, que estaba en la base de muchos refranes del campo. Unos constataban el correr de los días y las estaciones:

Por San Andrés, todo noche es
Por San Matías igualan las noches con los días

Otros se referían al tiempo atmosférico:

Por San Andrés, la nieve a los pies
Por San Marcos, agua en los charcos

En muchas ocasiones, este tipo de refranes daban consejos referidos al cultivo:

Por San Mateo, derrama tu centeno

O al cuidado de los animales:

Por San Antón, la gallina pon; y si no pone, se dispone

El Pilar marcaba el inicio de las tareas de la siembra, siendo buenas las fechas que iban alrededor de Todos los Santos.

El santoral era una manera de jalonar el año agrícola, de ir pasando las hojas del calendario. Pero debajo de él estaban los días y las noches, las nieves y los hielos, los periodos secos y las temporadas de lluvias. Y al final de todo ello, el tiempo; el trabajo del campo dependía del tiempo.


Nieve en Criptana
Nieve en Criptana

Lluvias, nieve y hielo imponían una pausa: no se podía salir al campo. Era el momento de realizar otras tareas, tareas que no dependían del tiempo y que podían o debían hacerse en casa: se arreglaban los aparejos de las caballerías y de los carros, se echaba un astil nuevo a azadas, azadones y azadillas, o al hacha; se reponían las piedras que el trillo había perdido, se repasaban las seras, se limpiaban las cuadras, se cortaba leña…

Para sembrar, antes hay que preparar la tierra, ararla. En Criptana, era normal dejarla en barbecho, sin siembra, al menos un año para que se repusiera. El rastrojo después de segada la mies de la cosecha anterior se alzaba en otoño, empleando un arado de vertedera tirado por un par de mulas, aunque si el terreno era muy duro se ponían varias yuntas en reata. Éste era el momento de abonarlo con estiércol, y, por el mes de febrero, tras las primeras heladas, volver a meter el arado para romper los terrones, o incluso arrastrar por la tierra una grada, que era una especie de rejilla de hierro con púas, para terminar de "destripar" los que aún habían quedado. Y si crecían hierbas en primavera, otra vuelta de arado.


Rastrojo
Rastrojo. Al fondo, la ermita de la Virgen de Criptana

Levantando el rastrojo
Alzando el rastrojo

Hacia octubre, se abonaba de nuevo la tierra con una mezcla de superfosfato y potasa en polvo a partes iguales, esparcida a mano y a voleo. Y ya sólo quedaba pasar un arado de gancho para roturar y hacer los surcos y dejar la tierra preparada para la sementera, antes de que empezaran las lluvias en otoño.


Preparar para la siembra
Arando la tierra y preparando para la siembra

Para la siembra había que seleccionar el grano. Ahora existen infinitas variedades tanto de trigo como de cebada, avena o centeno. En Criptana para trigo se utilizaba el llamado Chamorro o Mocho y el Aragón. Y todo preparado, bien tempranico, se cogía el grano en sacos, se cargaban en un carro y se marchaba a la dura tarea.

La siembra consistía en arrojar y esparcir las semillas uniformemente y con la mano a voleo. El sembrador lo primero que hacía era señalar con un restregón del pie el lomo de donde partía. Y con la "sembraera" (saco en forma de bolsa) llena de la semilla y colocada en bandolera en el costado izquierdo, iniciaba en dirección de la besana el andar rítmico, esparciendo los puñados de semilla, siempre que fuera diestro, por el lado de la sembraera. Al llegar al final, colocaba otra señal, contaba entre diez o quince lomos, en los que calculaba que había caído semilla, hacía otra nueva señal e iniciaba como antes la siembra, pero en camino inverso. Cada una de esas franjas de terreno sembradas en uno y otro sentido dependía de la fuerza del sembrador y de la cantidad de granos que le cabían en un puñado.

Siempre que se lanzaba la semilla y antes de volver el brazo al lado derecho, se tenía que coger el "puñao". Y con el puño lleno y el brazo un tanto alejado del costado derecho e inclinado hacia atrás para coger impulso, se lanzaba a "sobaquillo" semiabriendo ligeramente la mano al mismo tiempo que se plantaba el pie derecho en el suelo.

Inmediatamente después de lanzar la semilla, había que enterrarla "rajando" los lomos con un arado de garabato, esto es, partiéndolos uno por uno, echando la tierra a los lados y tapando la simiente.


Sembrador
Sembrador

Otras formas de sembrar eran a "chorrillo", extendiendo las semillas a lo largo de líneas y a las distancias adecuadas. Pero esto ya se hacía en tiempos más modernos con sembradoras tiradas por mulas, provistas con mecanismos que dejaban caer las semillas y arrastraban detrás un apero que las iba enterrando.

En primavera, con el tallo en periodo de crecimiento, se volvía a abonar, también a mano, esta vez con el famoso Nitrato de Chile, un nitrato de sodio que procedía del norte de ese país y que era lo único que había entonces.


Nitrato de Chile
No había pueblo que no tuviera carteles en azulejos anunciando el Nitrato de Chile. En Criptana los teníamos
en el testero del Tumbillo, en la anterior casa a la actual, encima de la puerta de la fragua de Antonio Romero...

Nitrato de Chile
... Y también en la tienda de comestibles de José Vicente Carrasco, en la plaza de Santa Ana

Y como no existían los herbicidas, para eliminar la cizaña y otras malas hierbas había que "rejacar", que era dar a la tierra sembrada una labor ligera, pasando de nuevo el arado de garabato entre los lomos, o "escardar", arrancándolas a mano o con la ayuda de una azadilla.

Muchas eran las labores del campo, aunque ahora con la maquinaria son más llevaderas.