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28     LOS GAÑANES

añán era el que trabajaba en el campo por cuenta ajena, quehacer que incluía también el cuidado de las caballerías, aunque a veces se aplicaba al agricultor pobre que trabajaba sus escasas tierras. Al mediodía del día 29 de septiembre, día de san Miguel, se salía de la casa del amo viejo y se ajustaba el jornal con el nuevo. El contrato se hacía por un año, pero si estaba el amo conforme con el criado y éste con el amo, podía el gañán estar varios años sirviendo en una misma casa.

Además de la "soldá" (el jornal) recibían una participación, el "pijuar", al terminar las faenas, siempre proporcional al monto de las cosechas, y que se repartía el primer día de Feria. Con la parte de trigo aseguraban el pan de la familia para todo el año, y con lo que les correspondía de centeno, cebada y avena, disponían de pienso para criar gallinas y un gorrino. También, según lo que sembraran, melones, algún saco de patatas... El pijuar fue poco a poco desapareciendo; en la mayoría de las casas incluso antes de la Guerra Civil.


Grupo de gañanes
Grupo de gañanes. Finales del siglo XIX

Lo gañanes tenían sus categorías: en una casa grande, de cuatro pares de mulas, por ejemplo, estaba el "mayoral", que mandaba en el resto de los gañanes y era el hombre de confianza del amo; el "ayudaor" o "ayudaores", que iban por debajo, y a continuación los zagales.

El mayoral planificaba las faenas y distribuía los trabajos. Labrador curtido, gobernaba la finca, sabía leer en el cielo el tiempo que iba a hacer y mandaba con acierto y respeto a sus ayudadores y zagales.

Ser mayoral en una casa grande era la máxima aspiración de cualquier gañán. Se llegaba a fuerza de años de experiencia, de trabajar de sol a sol, de pasarse años durmiendo en las cuadras con las mulas, de ser honrado y cumplidor.

Después de mil privaciones y economías, algunos lograban comprar alguna tierrecilla o tomarla en renta, para así, cuando dejaran la casa del amo, poder cultivarla ellos por su cuenta.


Mayoral
Mayoral con el traje de los domingos

Y estaban los "peones", al mando de un "caporal", dedicados exclusivamente a la labranza, recolección, labores en bodega...

La vestimenta clásica de un gañán, empezando por abajo, eran las "abarcas", con o sin gruesas calcetas cubriendo los pies; por encima, los "peales", de tela de loneta, hasta las pantorrillas, sujetos con tiras de cuero (las "calzaeras"), que aislaban del barro y del agua, y a veces polainas de cuero. El pantalón, de pana negra o de restos del ejército, sujeto a la cintura generalmente con un "ataero" y remetido por abajo en los peales y polainas. La camisa, abierta sólo en la parte superior y con cuello de tirilla. Encima, la blusa, tan peculiar, tan manchega, en tela listada parecida a las mil rayas, con canesú abotonado por delante, sin cuello. Pañuelo de "hiervas" en cuadros de colores grises y negros, al cuello o sobre la cabeza para protegerse del frío o del polvo, anudado en la nuca formando las "tres colas". En la cabeza, boina o sombrero de paja según el tiempo. Y "zamarra" o "pelliza" en invierno, o incluso un "capote", de tela muy recia que llegaba casi hasta los pies. Complemento indispensable eran las "alforjas", al hombro, para llevar la comida y útiles más personales.


Gañán
Manuel Rodríguez, de Criptana, en la finca El Rasillo. Año 1948

Gañán
Rafael Violero Amores. Año 1950

Abarcas
Abarcas

El trabajo del campo era muy duro, y de “de sol a sol”. A media mañana se hacía un alto para almorzar y otro al medio día para comer. Después, un pequeño descanso, que en verano, convertía en siesta.

No en todas las casas de los gañanes había puchero al mediodía; no se podían permitir esos lujos. La mujer, si no estaba ayudando en el campo, y los chicos pequeños se arreglaban con cualquier cosa, con un trozo de pan, una raspa de bacalao, una tajailla de tocino, una sardina salada o un tomate. Cuando por la noche venia el padre y los hijos del tajo, se retiraba de la lumbre la olla con las judías, alguna patatilla, un trozo de oreja o careta y un tomatillo seco. Se vaciaba en una fuente de porcelana y todos, cuchara a cuchara, y con abundante pan, daban buena cuenta de ella, que no quedaba ni para que la lamiera el gato. Se solía hacer más cantidad, que se reservaba, y al día siguiente se la llevaban al campo en las alforjas, en una merendera de aluminio que allí recalentaban para almorzar.


Gañán
La blusa, el pañuelo de hiervas, la boina, las abarcas y los peales, la merendera y las alforjas

Gañán
Cuadro de Antonio López Torres. Año 1946

Muchas veces, si las tierras estaban lejos, no volvían a casa en varios días, y era necesario preparar avío para todo ese tiempo, si es que no lo ponía el amo. Los panaderos amasaban un pan especial para este menester, que llamaban "casero", con escasa levadura, que no se secaba incluso en semanas. Cuando mi madre hacia en casa gachas, cambiábamos a unos vecinos nuestros, agricultores, una hogaza de pan normal por otra de este pan especial —siempre tenían— , pues no desmigaba y era el apropiado para sopar en la sartén, además de que nos gustaba mucho por la novedad.

Para poder quedarse en el campo por la noche estaban los "coceros", y se decía que se "iban fuera". Lo de la distancia no lo podemos comparar con los tiempos actuales, pues la escasa velocidad con el ritmo de una mula hacía impensable el regreso al pueblo todos los días.


Gañán
Tomelloso. 1916. Acompañando a los señores a cazar

Gañán
Criptana. 1910. Acompañando a los señores a visitar una finca
Instantanea del fotógrafo valenciano Vicente Sánchez Chuliá, que en Criptana se instaló y puso su estudio.
Ni los señores ni el gañán están identificados, pero la escena nos hace recordar la novela de Miguel Delibes Los santos inocentes y la pelicula homónima de Mario Camus, interpretada magistralmente, entre otros, por Alfredo Landa (Paco el Bajo) y Paco Rabal (Azarías, "milana bonita")

Todo esto ha cambiado radicalmente. La llegada del tractor en la década de los 60, seguida posteriormente de todo tipo de maquinaria, supuso la evolución hacia otro tipo de agricultura más productiva, pero también a la disminución de la mano de obra empleada en el campo y a la desaparición de la figura tradicional del gañán.